En La Venganza de los Sith, somos testigos de como el Conde Dooku es traicionado por su maestro, Darth Sidious, algo propio de los Sith, para dejar paso a un aprendiz más joven y poderoso, Anakin Skywalker. Sidious tenía planeada una jugada perfecta, en la que tanto Dooku y Anakin serían manipulados para sus intereses. Además, la escena rima con el final de El Retorno del Jedi, cuando el mismo Sidious le pide a Luke que asesine a Darth Vader y ocupe su lugar. Sin embargo, en El Retorno del Jedi, vemos que los objetivos que Sidious le promete a Vader es trabajar juntos para atraer al joven Luke Skywalker al reverso tenebroso de la Fuerza. En cambio, no sabemos realmente cuál era el plan que tenían Dooku y Sidious en la escena de la lucha final entre Anakin y Dooku en La Venganza de los Sith, únicamente lo podemos intuir.
Sin embargo, en la novela de La Venganza de los Sith, escrita por Matthew Stover, y revisada y aprobada por el propio George Lucas, tenemos la última conversación entre ambos, antes de que Anakin y Obi-Wan lleguen a salvar al canciller. Me parece un fragmento muy interesante de la novela, y os lo quiero traer al blog. Empiezo a citar textualmente:
El Conde Dooku contempló con clínico desagrado cómo las imágenes del escáner azul de Kenobi y Skywalker se enzarzaban en una farsa-persecución ridícula, perseguidos por droides destructores dentro y fuera de las vainas de los turboascensores que se desplazaban arriba y abajo, y hasta lateralmente.
—Será una vergüenza ser capturado por él —dijo despacio, en tono meditativo, como si hablara sólo para sí mismo.
La voz que le respondió le resultaba tan familiar que a veces sus pensamientos hablaban por ella en vez de por la suya.
—Una vergüenza a la que podrás sobrevivir, Lord Tyranus. Después de todo, es el Jedi más grande que existe, ¿no? ¿Acaso no nos hemos asegurado de que toda la galaxia comparta esta opinión?
—Así es, Maestro, así es —Dooku volvió a suspirar. Hoy sentía hasta la última hora de sus ochenta y tres años—. Me resulta... fatigoso hacer el papel de villano durante tanto tiempo, Maestro. Me sorprendo esperando con impaciencia un cautiverio honorable.
Un cautiverio que le permitiera pasar cómodamente el resto de la guerra, que le permitiera repudiar a sus antiguos aliados cuando aparentara descubrir la verdadera amplitud de los crímenes cometidos por los separatistas contra la civilización, y que le permitiera unirse al nuevo Gobierno conservando intacta su reputación de integridad e idealismo.
El nuevo Gobierno...
Esa había sido la estrella de su destino todos estos años.
Un Gobierno limpio, puro y directo, sin la desagradable humillación que suponía pedir favores al populacho ignorante y a las criaturas subhumanas que conformaban esa República que tanto despreciaba. El Gobierno al que serviría sería la autoridad personificada.
Autoridad humana.
No era accidental que las principales potencias que conformaban la Confederación de Sistemas Independientes fueran neimoidianos, skakoanos, quarren, aqualish, jun, gossam, sy myrthianos, koorivar y geonosianos. Al final de la guerra, los alienígenas serían aplastados y desposeídos de todas sus pertenencias, y sus sistemas y sus riquezas serían entregados a los únicos seres merecedores de ello. Seres humanos.
Dooku serviría a un Imperio del Hombre.
Y lo serviría como sólo él podía servirlo. Porque había nacido para servirlo. Aplastaría la Orden Jedi para crearla de nuevo, sin ataduras con políticos corruptos, sino libre para llevar a la galaxia la verdadera autoridad y la verdadera paz que necesitaba desesperadamente.
Una Orden que no negociaría. Que no mediaría.
Una Orden que se impondría.
Los supervivientes de la Orden Jedi se convertirían en el Ejército Sith.
El Puño del Imperio.
Y ese puño se convertiría en un poder muy superior al más oscuro sueño de cualquier Jedi. Los Jedi no eran los únicos usuarios de la Fuerza que había en la galaxia; de Hapes a Haruum Kal, de Kiffu a Dathomir, había poderosos humanos y casi humanos grandes en la Fuerza que se habían negado a entregar a sus hijos a una vida de servidumbre en la Orden Jedi. No rechazarían al Ejército Sith.
No se les daría esa elección.
Dooku frunció el ceño ante la holoimagen. Kenobi y Skywalker seguían con su comedia barata en otro turboascensor, posiblemente manipulado por un Grievous que intentaba divertirse un poco mientras los droides de combate les perseguían con torpeza.
La verdad es que todo eso era tan...
Indigno.
—¿Puedo sugerir, Maestro, que demos otra oportunidad a Kenobi? El respaldo de un Jedi de su integridad sería muy valioso al establecer la legitimidad política de nuestro Imperio.
—Ah, sí. Kenobi —la voz de su Maestro se tornó sedosa—. Hace mucho que te interesas por Kenobi, ¿verdad?
—Por supuesto. Su Maestro fue mi padawan. En cierto sentido, es casi mi nieto...
—Es demasiado mayor. Está demasiado adoctrinado. Irrecuperablemente envenenado por las fábulas Jedi. Quedó muy claro en Geonosis, ¿verdad? Cree servir a la Fuerza en sí. La realidad no es nada ante semejante convicción.
Dooku suspiró. Se suponía que no debía afectarle, y menos habiendo ordenado anteriormente la muerte de ese Maestro Jedi.
—Muy cierto, supongo. Somos afortunados al no haber actuado nunca motivados por ilusiones semejantes.
—Kenobi debe morir. Hoy. Por tu mano. Su muerte puede ser la clave que nos entregue a Skywalker para siempre.
Dooku lo comprendía. La muerte del mentor de Skywalker no sólo rompería el ya precario equilibrio emocional del joven Jedi y lo arrojaría por el más oscuro de los precipicios, sino que eliminaría el principal obstáculo para su conversión. Mientras Kenobi siguiera con vida, Skywalker nunca estaría del todo en el bando de los Sith. La inamovible fe de Kenobi en los valores Jedi mantendría la venda Jedi en los ojos de Skywalker, y pondría grilletes Jedi al verdadero poder del joven.
Aun así, Dooku tenía sus reservas. Todo estaba pasando con excesiva rapidez. ¿Había meditado Sidious todas las implicaciones de esa operación?
—Debo preguntártelo, Maestro. ¿De verdad es Skywalker el hombre que queremos?
—Es poderoso. Potencialmente, incluso más que yo.
—Precisamente por eso —dijo Dooku en tono meditativo—. No sé si sería mejor matarlo.
—¿Tan seguro estás de poder hacerlo?
—Por favor. ¿De qué sirve el poder si no lo controla la disciplina? El chico es tan peligroso para sí mismo como para sus enemigos. Y ese brazo mecánico... —el labio de Dooku se frunció con ensayado desagrado—. Repulsivo.
—Quizá debiste perdonarle su brazo de verdad.
—Mmm. Un caballero habría aprendido a luchar con una sola mano —Dooku hizo un gesto, desechando la idea—. Ya ni siquiera es humano del todo. El uso de esos sistemas biodroides en Grievous es casi perdonable, pues antes era una criatura de por sí tan desagradable que sus partes mecánicas no dejan de ser una clara mejora. Pero ¿una fusión de droide y humano? Es horroroso. El colmo del mal gusto. ¿Cómo podremos justificar nuestra asociación con él?
—Qué afortunado soy —el tono sedoso de su Maestro se suavizó aún más— teniendo un aprendiz que considera adecuado cuestionarme.
Dooku alzó una ceja.
—Me he propasado, Maestro —dijo con su elegancia habitual—. Sólo estoy comentando la situación, no discutiéndola. En absoluto.
—El brazo de Skywalker lo hace aún más útil para nuestros objetivos. Es el símbolo permanente de los sacrificios que ha hecho en nombre de la paz y la justicia. Es una marca de heroísmo que deberá llevar públicamente el resto de su vida. Nadie podrá mirarlo y dudar de su honor, su valor y su integridad. Es perfecto tal como es. Perfecto. La única cuestión que queda es si será capaz de trascender las limitaciones artificiales del adoctrinamiento Jedi. Y justamente para descubrir eso, mi señor Conde, es para lo que se ha concebido la operación de hoy.
Dooku no podía discutirlo. El Señor Oscuro no sólo había introducido a Dooku en regiones de poder que superaban sus más espectaculares fantasías, sino que también era un manipulador político tan sutil que casi podía pensarse que sus habilidades empequeñecían hasta el poder del mismísimo Lado Oscuro. Se dice que cada vez que la Fuerza cierra una escotilla, se abre una ventana..., y que por cada ventana que se ha agrietado en los últimos trece años estándar hay un Señor Oscuro de los Sith en su borde, mirando por la grieta, pensando en la mejor manera de atravesarla.
Mejorar el plan de su Maestro era casi imposible. Debía admitir que su idea de sustituir a Skywalker por Kenobi era producto de cierto sentimentalismo inoportuno. Skywalker era, casi con seguridad, el hombre adecuado.
Debía serlo. Darth Sidious había dedicado una cantidad considerable de años a que fuera así.
La prueba de hoy eliminaría el "casi".
No tenía ninguna duda de que Skywalker caería. Dooku comprendía que todo esto era algo más que una prueba para Skywalker. Estaba seguro de que, aunque Sidious no lo había dicho claramente, él también estaba siendo puesto a prueba. El éxito demostraría a su Maestro que era digno de recibir el manto del Maestrazgo. Cuando acabase la inminente batalla, ya habría iniciado a Skywalker en las muchas glorias del Lado Oscuro, tal y como Sidious lo había iniciado una vez a él.
No dedicó ningún pensamiento a su fracaso. ¿Por qué iba a hacerlo?
—Pero..., perdona, Maestro. ¿Estás seguro de que Skywalker aceptará mis órdenes si Kenobi cae ante mi hoja? Debes admitir que su biografía no da muchas seguridades de que sea capaz de mostrarse obediente.
—El poder de Skywalker conlleva más que la simple obediencia. Conlleva creatividad y suerte. Nunca tendremos que preocuparnos de darle la clase de instrucciones que requiere, por ejemplo, Grievous. Hasta los estúpidos ciegos del Consejo Jedi pueden ver esto con claridad. Ni siquiera ellos intentan decirle cómo, se limitan a decirle qué. Y él encuentra el camino. Siempre.
Dooku asintió. Por primera vez desde que Sidious le reveló toda la sutileza de este golpe maestro, se permitió relajarse lo bastante como para imaginar el resultado.
Al capturar heroicamente al Conde Dooku, Anakin Skywalker se convertiría en el héroe definitivo. Sería el mayor héroe en la historia de la República, quizá de la propia Orden Jedi. La pérdida de su querido compañero añadiría la cantidad justa de tragedia para que la melancolía tiñera sus palabras cuando concediera entrevistas en la HoloRed, denunciando la corrupción del Senado que había prolongado la guerra. O cuando insinuara delicadamente —muy delicadamente, por no decir reticentemente— que la corrupción dentro de la Orden Jedi también había prolongado la guerra.
Cuando anunciase la creación de una nueva Orden de guerreros usuarios de la Fuerza.
Sería el perfecto general al mando del Ejército Sith.
Dooku, impresionado, sólo podía negar con la cabeza. Y pensar que sólo días antes los Jedi parecían casi a punto de descubrir, e incluso destruir, todo aquello por lo que habían trabajado su Maestro y él. Pero no debía temer nada. Su Maestro no perdía nunca. Nunca perdería. Era la personificación de lo imbatible.
¿Cómo se puede derrotar a un enemigo que uno considera un amigo?
Y ahora, con un único y brillante golpe, su Maestro volvería la Orden Jedi del revés, como un ourobouros de Ethrani devorando su propia cola.
Y éste era el día. La hora.
La muerte de Obi-Wan Kenobi sería la muerte de la República.
Hoy nacería el Imperio.
—Tyranus, ¿te encuentras bien?
—Estoy... —Dooku se dio cuenta de que los ojos se le humedecían—. Sí, Maestro. Estoy más que bien. Hoy es el clímax, el gran final, la culminación de todas tus décadas de esfuerzos... Me siento algo abrumado.
—Recupérate, Tyranus. Kenobi y Skywalker están cerca de la puerta. Interpreta tu papel, aprendiz, y la galaxia será nuestra.
Dooku se irguió, y por primera vez miró a su Maestro a los ojos.
Darth Sidious, Señor Oscuro de los Sith, estaba sentado en la Silla del General, encadenado a ella por la muñeca y el tobillo.
Dooku hizo una reverencia.
—Gracias, Canciller.
—Retírate. Ya están aquí —replicó Palpatine de Naboo, Canciller Supremo de la República.
Hay mucho que comentar en este texto. Para empezar, conocemos los objetivos de Dooku, cuales eran sus planes tras la guerra si ganaban, algo en lo que se podría haber profundizado más en las películas, en mi opinión, por ejemplo, en El Ataque de los Clones, Dooku debería tener más importancia, así como sus planes. Podemos ver como, aunque un día fue un separatista que realmente creía en la posibilidad de sustituir a la República, el reverso tenebroso le había corrompido hasta tal punto de que ya no cree ni en los ideales de la Confederación de la que es líder. Es como si en una guerra, un presidente de una potencia mundial dejara de creer en su ideología, algo así. Podemos ver que al terminar la guerra, fingiría estar sorprendido por los crímenes de la Confederación de Sistemas Independientes, y se uniría a un nuevo orden gobernado por su maestro. Un nuevo gobierno que sustituiría la corrupción, e impondría autoridad. Reformaría la Orden Jedi, convirtiéndola en la Orden Sith, y obligaría a familias sensibles a la Fuerza a entregar a sus hijos al nuevo orden. Además, pese a que trabajaba con otras especies alienígenas, podemos ver como Dooku también creía, al igual que el Imperio, en la supremacía humana. Por lo tanto, podríamos decir que el destino de los separatistas no hubiera sido muy diferente a lo que pasó en realidad si Dooku hubiera sobrevivido.
Por otro lado, cuando leí esto, me sorprendí: Dooku le pide a Sidious sobre perdonar a Obi-Wan. Como ya sabemos, en El Ataque de los Clones, el Conde Dooku le ofrece a Obi-Wan unirse a los separatistas para destruir a los Sith, algo que no consigue, y luego lo intenta matar en la batalla final. Que Dooku vea a Obi-Wan como su nieto (es el aprendiz de su aprendiz) es algo interesante, que creo que deja ver que Dooku nunca cayó al completo al reverso tenebroso, únicamente Sidious le corrompió sus controversiales ideas sobre la República y la corrupción. Aun así, Dooku ya está en un momento tan avanzado de su entrenamiento como Sith, que decide obedecer a su maestro. En todo caso, creo que Obi-Wan jamás hubiera formado parte del nuevo orden de los Sith. Luego, vemos en la batalla que Dooku intenta matar a Obi-Wan, siguiendo las órdenes de su maestro.
Ahora pasamos a lo más importante, los planes de los Sith con Anakin Skywalker. Podemos ver como Sidious llevaba la manipulación en las Guerras Clon tan lejos que le hizo creer a la galaxia que Anakin Skywalker era el Jedi más poderoso. Dooku desconfía de Anakin, e incluso propone destruirlo, ya que tanto poder podría ser tanto una ayuda como una amenaza. Sidious aún así, quiere al Elegido de la Fuerza en su bando, lo que a largo plazo terminó por ser su perdición, por lo que podemos decir que Dooku es más previsible que Sidious. Obviamente, aunque Dooku hubiera querido matar a Anakin, no lo hubiera conseguido, ya que vimos en la película que Anakin ya era mucho más hábil con el sable de luz que Dooku.
Podemos ver también la tensión entre Dooku y Sidious, al Sidious decirle a Dooku que no se atreviera a cuestionarle. También discuten sobre el brazo mecánico de Anakin, y como el Conde Dooku le desprecia. No es ningún misterio en el Universo Expandido que Dooku y Grievous se despreciaban el uno al otro, ya que Dooku no consideraba digno de una máquina llevar un sable de luz, y Anakin ya se iba convirtiendo en una máquina. Sin embargo, Sidious afirma que el poder de Skywalker es muy distinto al de Grievous, algo en lo que ciertamente tiene razón.
Y para lo que hemos venido aquí, el plan del duelo:
El plan consitía en que Dooku matara a Kenobi, que Anakin fuera tentado por la ira, y que derrotara a Dooku sin matarlo, para finalmente caer al reverso tenebroso de la Fuerza, dar un discurso en la Holored (el internet de Star Wars) hablando sobre la corrupción de la República y el Senado, y remodelar la Orden Jedi, convirtiéndose en el líder del ejército Sith, mientras Dooku adquiría el título de Maestro Sith e instruía al joven Skywalker en las artes oscuras, y ante todos, Sidious, con el perfil público de Palpatine, se coronaba como Emperador de la Galaxia en un nuevo orden que colocara a la especie humana por encima de la sociedad. O al menos esto es lo que le hizo creer Sidious a Dooku, ya que sabemos que las verdaderas intenciones de Sidious incluían deshacerse de su aprendiz en unos pocos minutos.
Finalmente, el párrafo termina conectando con lo que vemos en la película, cuando Anakin y Obi-Wan están a punto de entrar en la sala donde está "preso" el canciller. Como última cosa de comentar del fragmento, quiero aclarar que está es la primera vez en la cronología de salida del material de Star Wars, en la que se te dice explícitamente que Palpatine es Darth Sidious, porque aunque es bastante obvio y en el Universo Expandido ya habían dejado multitudes de evidencias, querían mantenerse al margen de lo que George Lucas proponía en sus películas, por si cambiaba algo. Y si me decís que la primera vez que se deja claro es en la película de La Venganza de los Sith, debo recordaros que con George Lucas las novelizaciones de las películas salían antes del estreno de estas, de hecho, lo primero que salió de Star Wars no fue Una Nueva Esperanza, sino la novelización de la película, la cual salió unos meses antes, en diciembre de 1976, mientras que la película salió en mayo de 1977.
Y esto ha sido todo, espero que disfrutéis de este post, y así veréis de otra manera el duelo final entre Anakin y Dooku en La Venganza de los Sith. Yo me despido, y que la fuerza esté con vosotros.